sábado, 2 de mayo de 2015

¡PARA TODOS, TODO! ARQUEOLOGÍA, AYUDA MUTUA Y REDES DE LIBRE ASOCIACIÓN (de Claire Marshall)


En esta oportunidad comparto con ustedes una pequeña traducción que realicé del trabajo de Claire Marshall "All is for All!: Archaeology, Mutual Aid and Free Association Networks", y que fuera presentado allá por el año 2009 en The 31st Annual Meeting of the Theoretical Archaeology Group, realizado por el Departamento de Arqueología de la Universidad de Durham. Desgraciadamente, la asociación a la que hace referencia parece haberse disuelto, ya que son pocas las referencias disponibles en la web, además de estar caduca la página de contacto que nos facilita al final de su texto. Sin embargo, el trabajo me parece relevante como antecedente de discusión respecto a las formas de asociación entre compañeros de disciplina y respecto al impacto social de la arqueología. Los dejo entonces con...

¡Para Todos, todo! Arqueología, ayuda mutua y Redes de libre asociación.
Claire Marshall
(2009, en The 31st Annual Meeting of the Theoretical Archaeology Group. 17-19 December. Department of Archaeology, Durham University)
Traducción por: Leonardo Faryluk


Resumen:      

La cita de Piotr Kropotkin en La Conquista del Pan nunca ha sido tan relevante como en la actualidad, en nuestra sociedad moderna y globalizada. Los arqueólogos son empujados a posicionarse en marcos teóricos y a tomar decisiones que tienen consecuencias a largo alcance para las personas y los objetos que estudian. Las agendas políticas y de investigación dan forma a mecanismos a través de los cuales se difunde la información y, como tal, restringen el flujo de conocimiento y el aprendizaje. Expertos y públicos son segregados, reforzando jerarquías por medio de explicaciones envasas y pulidas respecto a descubrimientos de importancia cultural.
Este artículo busca criticar algunos de los marcos tradicionales de difusión de la información arqueológica, examinando los escritos filosóficos sobre la lucha de clases del anarquista Piotr Kropotkin. Éste abogaba por la deconstrucción de la institucionalidad tradicional que controla el flujo de conocimientos, a favor de la cooperación y la libre colaboración mutua, con un verdadero sentido comunitario de los términos. En este trabajo se tendrá en cuenta cómo los arqueólogos hoy en día están poniendo en práctica la filosofía de Kropotkin, desafiando los modelos mediante los cuales se difunde la información arqueológica, sin perder de vista el aporte a importantes cuestiones políticas.
El caso aquí estudiado está centrado en el trabajo de Arqueólogos por la Justicia Global, una red de asociación libre de profesionales profundamente preocupados por las formas en que la disciplina arqueológica contribuyó a llevar a cabo acciones políticamente motivadas y a tomar decisiones gubernamentales éticamente cuestionables.


Introducción: Restricciones al aprendizaje, pedagogía, públicos y expertos.

Kropotkin: ¿Qué puede enseñarnos? (Ayuda Mutua y Libre Asociación).

AJG: Nuevas orientaciones en las redes de asociación libre.

Como arqueólogos, estamos en una posición única de confluencia entre dos mundos. Por un lado pugnamos por la defensa de las sociedades del pasado y sus restos materiales, revelados por medio de nuestro trabajo, mientras que éste está atravesado por un paisaje profundamente político que influye en los resultados de la interpretación teórica. La participación libre y activa para con el material arqueológico ha sido severamente restringida por una legislación que se aferra a una cultura de la “auditoría”, regulando y vigilando lo que se considera teóricamente “aceptable”. La metodología actual del arqueólogo está controlada en gran parte por las instituciones – ya sean académicas o políticas – actuando como bisagra que produce una valoración desigual en las perspectivas selectivas sobre lo que realmente se considera importante para el interés público.
El aprendizaje arqueológico y la difusión de estos conocimientos en el contexto de la agenda política post-moderna, ha llevado en algunos aspectos, a la ampliación de la brecha entre el público y los expertos. El teórico político Saul Newman (2008) ve al panorama político actual como una “post Democracia”, más que políticamente ideologizado, donde la post Guerra Fría llevó a una contracción de la democracia tradicional, “abandonando a la gente” que se supone debía representar y proteger. Para él, los mecanismos parlamentarios de representación se han erosionado y ahora la toma de decisiones "post democrática" incumbe sólo a expertos y comités no elegidos e irresponsables (2008:9). El aumento del dominio absoluto sobre el flujo de conocimiento en la actual sociedad globalizada crea problemas complejos para el arqueólogo, tornando el objetivo de ser apolíticos algo inherentemente difícil. Esto implica la necesidad de perspectivas reflexivas sobre las paradojas de los contextos post modernos, así como la búsqueda para alcanzar medios de contrarrestar su hegemonía ideológica tendientes a profundizar las desigualdades sociales.
El trabajo de Newman llama también a crear nuevas formas globalizadas de poder que cumplan con nuevos y diferentes modelos de resistencia. Es la resistencia lo que quiero explorar aquí para la metodología arqueológica, el activismo y la práctica de redes de asociación libres y contingentes más allá de una “crisis” disciplinar. Parece que en esta cultura que tiende a dividir públicos de expertos, hay un sentimiento de censura y control en pos de la ética en investigación. Pero por lo general, este tipo de investigaciones no censura al público, al que se le dice que esto es así para reducir el “riesgo” de errores en el testeo de hipótesis, sino más bien intenta frenar las formas creativas e imaginativas que en la investigación y la pedagogía han llevado a alcanzar “grandes” descubrimientos en el pasado. Sólo recientemente hemos visto una jugada por parte de los académicos para contrarrestar una propuesta un tanto destructiva y políticamente motivada relativa al financiamiento de la investigación en arte y ciencias. Bajo este incentivo que entraría en vigor en 2013, se harán pagos adicionales a proyectos orientados a dar grandes beneficios económicos inmediatos para propósitos específicos más que a ideas originales que pudiesen resultar más ventajosas a largo plazo. Más de 18000 académicos firmaron la petición, incluyendo a Premios Novel quienes sugieren que un movimiento de este tipo “requiere investigaciones para probar si promovería la aparición de propósitos de investigación no originales”.
Todo esto sugiere que las perspectivas para la investigación en Inglaterra son particularmente sombrías, y los medios de comunicación, al parecer, no están de nuestro lado. En general somos responsables de una agenda política que no es ni útil para la gente que se supone debe servir, ni para el avance de metodologías reales e interesantes. Resistencia a tal bestia bien puede provenir de algunas de las filosofías consideradas marginales, que sostienen ideologías reales más allá de lo que Saul Newman llama a la sociedad "Post Democrática" y, finalmente, de la cultura de auditoría en la que actualmente vivimos. Para esta discusión propongo revisar algunas de las ideas libres y abiertas del pensador anarquista Piotr Kropotkin en pos de promover un activismo arqueológico más justo respecto a cuestiones reales y contingentes: tales como los métodos de investigación arqueológica, política y debates éticos en arqueología (como ser las discusiones sobre repatriación y conservación de la biodiversidad humana) y el impacto de la práctica arqueológica en las zonas de conflicto.

Piotr Kropotkin nació en el seno de una familia de la pequeña nobleza rusa en 1842, en el Principado Smolensk. La aristocracia rusa estaba declinando en la época que nació Kropotkin, pero aún mantenía un gran poder simbólico en el centralizado régimen zarista. A pesar de ello, su padre “poseía casi 1200 almas en tres provincias”, con 75 de ellas en su casa de campo. Kropotkin tenía una comprensión muy clara y directa de las divisiones sociales desde una edad muy temprana – incluso de niño, su lealtad era para con los sirvientes en lugar de para con sus propietarios. A medida que iba creciendo, era más evidente que iba entendiendo que el cambio debía provenir de la organización de base de ideas “más allá” de las formas autoritarias de gobierno y control. Alentado por la literatura de la Revolución Francesa, renunció a su título aristocrático cuando tenía solo 12 años de edad. Estaba disgustado con la conducta de la nobleza (incluida su propia familia), para con el campesinado: golpizas, matrimonios forzados, reclutamientos forzosos – asumió que los sentimientos no eran reconocidos por esta gente.
La vida de Kropotkin estaba trazada; perteneció al Cuerpo Ruso de Pages,  estuvo en la academia militar y fue nombrado ayudante del Alejandro II. Su decepción fue demasiado evidente al ser testigo presencial de la naturaleza entonces paranoica del zar, y las despectivas y derrochadoras formas con las que se manejaba la corte real – generalmente actuando violentamente ante cualquier forma de librepensamiento del pueblo. Kropotkin rechazó permanecer en San Petersburgo, optando por un puesto en Siberia – pensando que éste sería un lugar donde una reforma política y social podría florecer, lejos de las garras del zar. Se decepcionó porque incluso allí – las redes de corrupción impedían a la gente participar en un cambio real. Con un puesto eventual en la Sociedad Geográfica Rusa tuvo la oportunidad de experimentar la vida de la gente que deseaba emancipar. Esto representó un escape a sus dilemas políticos, proporcionando un marco potente en el que desarrollar algunas de sus ideas respecto a formas más comunitarias y no jerárquicas de organización social (y de hecho, académicas). Rechazó una serie de ofertas de trabajo dentro de la Sociedad, que en última instancia lo devolverían al status del que tan desesperadamente había estado tratando de escapar.
Gran parte de sus fundamentos políticos fueron desarrollados a través de la interacción sostenida con trabajadores y tendieron a rechazar, luego, en su desarrollo como anarquista, a la agenda marxista – conoció y discutió ideales revolucionarios con individuos “autogestivos” y por tanto capaces de dar esperanza a algunas de las formas más radicales de libre asociación que podrían ser articuladas en debates no autoritarios / no jerárquicos. Se sintió alentado por los marxistas en el desarrollo de miradas más amplias respecto a la creación de bases de conocimiento entre las masas - pero fue más allá del sentimiento misional que expresaba “que los trabajadores necesitan de las clases educadas para lograr su emancipación” – persiguiendo conceptos de auto-organización, que encontró por medio de la agitación de las personas, rompiendo con las restricciones del conocimiento de las clases privilegiadas para si mismas. Sugirió que “la emancipación de la clase obrera debe ser conquistada por las propias clases trabajadoras”. También implicó el “federalismo” como medio de auto-organización de los grupos – la adhesión a los principios del comunismo no autoritario (o anarco) de autonomía, libertad de desarrollo de tácticas propias y trabajo dentro del marco de objetivos comunes para el bien de todos. Lo más intrigante de su propuesta es que rechazó los ideales de los activistas marxistas y líderes de la época – que, por la naturaleza de su realpolitik buscaban gobernar y censurar a determinados grupos – quienes restringían la participación verdaderamente abierta. Muchos otros revolucionarios de clase media que se unieron a los grupos “federalizados” con los cuales Kropotkin estaba involucrado – abandonaron sus privilegios de clase y se convirtieron en trabajadores. Más adelante, esto se convirtió en el marco que dio sustento a la obra de Kropotkin, siendo accesible y abierta a todos. Su última meta fue escribir material político para una audiencia de masas y la proletarización directa al paso, llevada a cabo por revolucionarios que se movían rápidamente de pueblos en pueblo, de fábrica en fábrica, creando “impresiones momentáneas” de crítica social.
He proporcionado un breve relato de los principales desarrollos de las ideas del pensador anarquista Kropotkin – hay mucho más que podríamos discutir - pero a fines de este breve debate he utilizado sólo los aspectos más relevantes del desarrollo de sus propuestas de libre asociación alcanzados por una profunda experiencia respecto a la coerción social y un entendimiento consciente que tendió a ser explícitamente prefigurativo.

Contextualizar estos aspectos de la información mutuamente compartida en arqueología es lo que Arqueólogos por la Justicia Global tiene como caso de estudio. Se trata de una red de libre asociación que busca desarrollarse con el espíritu de las bases ideológicas de Kropotkin. AJG surgió como respuesta al crecimiento de la injusticia generalizada en el mundo. No sólo dentro del marco de la ética arqueológica – y por tanto la brecha entre públicos y expertos, si no más bien inspirada por los arqueólogos británicos en contra de la participación en Irak – una guerra que la mayoría de la gente considera hoy, parte de un plan más amplio para lograr la hegemonía económica a costa del pueblo. Fue puesto en marcha por arqueólogos de la Universidad de Sheffield en el año 2005 para hacer frente a la creciente preocupación por cuestiones relativas a la propiedad política de la investigación, el debate sobre la biodiversidad humana y la repatriación de restos, así como el impacto de la arqueología de conflictos en las comunidades locales. Como arqueólogos estamos posicionados de forma única para estudiar el desarrollo de las sociedades del pasado, y AJG explota esta ventaja para explorar perspectivas sobre problemáticas actuales (sean estas políticas, ambientales o sociales). Desde el 2005 el interés comenzó a ir más allá de estos temas centrales, hacia debates políticos más amplios respecto a cómo se canaliza la información a través de la disciplina – incluyendo, como he mencionado antes – el campo minado que representan las restricciones fundantes. El impacto de las intervenciones humanas en contingencias ecológicas y sociales ha sido criticado a través de la red de debate abierto de AJG, tomando algunos de los postulados filosóficos de Kropotkin relativos a producir cambios desde abajo y desde dentro. AJG no se limita a una política institucional específica, sino que representa una gran red internacional de arqueólogos que adhieren a un conjunto común de valores respecto a cómo compilar y difundir la información. Los principios sobre los que se funda la organización simpatizan con el activismo comunitario de Kropotkin dentro un marco de absoluta igualdad – en AJG la naturaleza jerárquica de la institucionalidad académica no otorga carta blanca a unos individuos sobre otros. El debate absolutamente abierto es la regla más que la excepción permitiendo entender que los arqueólogos, como analistas de la sociedad humana, tienen la obligación de oponerse a cualquier acción anti-humanitaria, no sustentable o destructiva de la vida y la sociedad misma. Se trabaja también sobre la premisa que, a pesar de que la existencia de instituciones conservadoras es algo inherente a toda sociedad, es necesario desafiar constantemente al status quo político en la medida que el debate y el cambio revolucionario sean una parte explícita de la filosofía arqueológica, reconociendo que es esencial la necesidad de participar en más amplias plataformas de crítica a la desigualdad de las políticas económicas de mercado. AJG no tiene un marco rígido de organización, y la libre asociación no se limita solo a los arqueólogos. Los principios por los cuales existe la red se articulan de forma similar a los del anarco-comunismo y están bajo constante revisión. Esto produce interesantes debates – al ser no jerárquicos, alentando la amplia difusión de temas a tratar. La propuesta puede ser hallada en la página principal de la Universidad de Sheffield.
Recapitulando – lo que está en juego actualmente en la “economía del conocimiento” es la epistemología de dicho conocimiento en sí. He intentado mostrar que la fundamentación ideológica no siempre es negativa – y que ésta se puede aplicar a una “realpolitik” propia – más allá de la censura institucional (y por lo tanto jerárquica) de la investigación. Dado que vivimos en una era de hiper-información e hiper-gratificación necesitamos reconsiderar nuestro lugar mediante el uso de redes contingentes de participación ética por medio de un debate de amplio espectro.

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